LA RAYA: HISTORIA DE LA FRONTERA HISPANO-PORTUGUESA
PRÓLOGO La Raya / A Raia es el nombre dado a las tierras fronterizas de España y Portugal, especialmente en Extremadura y el Alentejo. A través de la historia la región ha sido una encrucijada continuamente batallada por gentes, imperios y religiones rivales. En el Medievo, durante los siglos de guerra entre los reinos cristianos del norte de España y al-Andalus, las tierras disputadas al sur del río Duero se apelaban colectivamente Extremadura.
Es un paisaje de pastos dorados salpicados de oscuras encinas y olivos plateados, donde peñas gigantescas asemejan centinelas erguidos sobre las llanuras sinfín.
Los ríos Tajo y Guadiana y sus tributarios serpenteantes definen el núcleo de La Raya, actuando como marcadores limítrofes desde tiempos inmemoriales. A pesar de los cambios políticos, la región ha compartido una herencia cultural en común desde la antigüedad.
LA PREHISTORIA En el amanecer de la prehistoria La Raya presenció su primer choque de culturas cuando Homo sapiens, el hombre actual, se diseminó por Europa desplazando a la antigua población de neandertales. La evidencia arqueológica demuestra que el suroeste de la península ibérica fue el último refugio de los neandertales, donde perduraron por milenios después de haber desaparecido (por extinción ó asimilación) en el resto del mundo. Vestigios de la prehistoria abundan en la región. La cueva de Maltravieso en las afueras de Cáceres contiene pinturas rupestres de 23000 años atrás. Entre ellas sobresalen las figuras de varios animales y numerosos con-tornos de manos pintadas en negativo. Manos que se extienden a través de las nieblas de la historia proclamando “estuvimos aquí,” e iniciando la cadena perdurable de nuestra experiencia humana.
La Lapa dos Gavioes es un abrigo rocoso, situado en una colina en las cercanías del pueblo portugués de Arronches, que amparó a los cazadores-recolectores de la región. Sus pinturas rupestres de ocre rojizo, fechadas entre el Paleolítico superior y el Neolítico, repre-sentan figuras estilizadas de seres humanos, animales y símbolos abstractos cuyo mensaje enigmático aún nos fascina.
En el parque natural de Los Barruecos cerca de Cáceres enormes rocas graníticas se esparcen por el paisaje, apiladas unas sobre otras como esculturas gigantescas, alrededor de charcas frecuentadas por bandadas de aves migratorias y coronadas por nidos de cigüeñas. Los arqueólogos han hallado aquí evidencia de los inicios de la agricultura en Extremadura en el VI milenio AEC. Entre las peñas se hallan petroglifos y tumbas antiguas cavadas en las rocas.
Hace siete mil años, La Raya formaba parte de una gran cultura megalítica que se extendía por el Atlántico desde las islas británicas y el noroeste de Francia hasta la península ibérica. El gran crómlech de Almendres cerca de Évora, es uno de los más antiguos círculos de piedra con alineamiento astronómico en Europa, considerado aún más antiguo que Stonehenge. Fue construido entre 6000 y 4000 AEC y consiste de 95 piedras dispuestas en dos círculos concéntricos que marcan el paso de las estaciones.
Existen numerosos menhires (piedras alargadas colocadas vertical-mente) esparcidos por la región. En Almendres un menhir solitario al noroeste del gran círculo marca la dirección del sol naciente durante el solsticio de invierno. La Raya parece haber sido un gran centro cultural de los constructores megalíticos, atestiguado por cuantiosos monumentos impresionantes, incluyendo el menhir más alto de la península ibérica ubicado en Meada al norte de Castelo de Vide.
Cruzando la frontera española en dirección a Valencia de Alcántara se encuentra la mayor concentración de dólmenes en Europa. Estas estructuras sorprendentes, hechas de enormes losas de piedra estuvieron originalmente cubiertas de tierra. Llamadas antas en Portugal, se le han adscrito poderes mágicos en leyendas que atribuyen su construcción a gigantes y mouras encantadas.
EL LEGADO DE ROMA La conquista romana de la península ibérica duró casi dos siglos, opuesta por los pueblos celtas lusitanos de la región con cruentas rebeliones como la encabezada por Viriato en el siglo II AEC. La Raya fue finalmente sometida por Julio César en el año 60 AEC e incor-porada al imperio por César Augusto, quien dividió el territorio de Hispania en tres provincias: Tarraconense, Bética y Lusitania. El Guadiana marcaba el linde entre las ricas tierras de la Bética (correspondiente a la Andalucía actual) y el territorio agreste de Lusitania que abarcaba desde Extremadura hasta el Atlántico.
Grandes haciendas (villae) eran centros de producción agrí-cola; más de veinte villas romanas han sido descubiertas en los alrededores de Zafra. Se plantaban viñas y olivares y los cerdos ibéricos se engordaban con bellotas producidas por bosques de encinas y alcornoques, estableciendo el equilibrio ecológico de la dehesa.
La estabilidad política y la expansión comercial que proporcionó el imperio romano facilitió la rápida urbanización de la región. Una impresionante red de calzadas construidas por los legionarios conectaba los nuevos centros urbanos. La famosa Vía de la Plata comenzaba en Hispalis (Sevilla) y proseguía hacia el norte pasando por Emerita (Mérida) y Norba Cesarina (Cáceres), hasta llegar a las ricas minas de oro de León donde la VII Legión se acuartelaba.
Emerita Augusta (Mérida) era la capital de Lusitania, fundada por los legionarios jubilados de Augusto en el año 25 AEC. Mientras que calzadas, puentes y acueductos proclamaban el genio de la ingeniería romana, los resplandecientes templos y teatros marmóreos de Mérida fueron creados para exaltar y promover la cultura imperial entre los provincianos.
El conjunto arqueo-lógico de Mérida (declarado Patrimo-nio de la Humanidad por UNESCO) es el más extenso y bien conservado de Iberia, y el magnífico Museo Nacional de Arte Romano exhibe ins-cripciones, esculturas, mosaicos y artefactos fascinantes que re- construyen la vida cotidiana en tiempos romanos.
Muchas de las poblaciones rayanas fueron establecidas durante esta época. Aunque algunas han mantenido su importancia, otras han desaparecido por completo dejando escasas huellas de su antigua gloria. Poco aún perdura de la próspera ciudad romana de Ammaia, que floreció del siglo I al IV EC, cerca del río Sever bajo el peñón de Marvao.
Idanha – a – Velha (la Egitania romana) es una diminuta aldea cercada por viejas murallas, aparente-mente depositada en medio de la nada y suspendida en el tiempo. Pero otrora fue sede de concejo, castillo templario, obispado influyente, cuna de reyes visigodos y próspera ciudad romana que aportó a la construcción del gran puente de Alcántara sobre el rio Tajo.
Dedicado al emperador Trajano en el año 103 EC, el puente es una maravilla de la ingeniería que se ha mantenido en uso continuo hasta nuestros días. Un pequeño templo, que contiene su tumba, con-memora al intrépido constructor Cayo Julio Lacer. Se halla situado sobre un cercano promontorio con vista a su perdurable creación.
AL-ANDALUS Sucesivas invasiones de pueblos bárbaros germánicos barrieron el territorio del imperio, y en el siglo V el poderío romano finalmente se desmoronó. De entre ellos, los visigodos lograron apoderarse de la península ibérica; pero su reino sufría de divisiones internas y diferentes facciones de la nobleza goda se batían por el poder. Cuando un bando rebelde solicita ayuda de sus aliados del norte de África, el reino visigodo se vuelve presa fácil para el expansio-nismo árabe y bereberes recién convertidos al Islam. En 711 el general Tariq, a la cabeza de una tropa expedicionaria, cruza el estrecho de Gibraltar (Jabal Tariq o Monte de Tariq) y derrota al debilitado reino visigodo.
Mérida, que había retenido sus riquezas y prestigio bajo el liderazgo de influyentes obispos cristianos, sucumbe a las fuerzas musulmanas en 713 después de un largo asedio. La Raya se vuelve parte de al-Andalus, sometida al Califato Omeya de Córdoba y posteriormente (tras la desintegración de éste) al reino Taifa de Badajoz.
Aunque las diferentes culturas y religiones generalmente coexis-tieron pacíficamente en al-Andalus, divisiones de clases dentro de la sociedad musulmana y onerosos tributos impuestos a la población cristiana causaron revueltas esporádicas. El líder rebelde Ibn Marwan cuyos ancestros gallegos, conversos al Islam, fueron gober-nadores de Mérida tipifica la sociedad mixta y alianzas tornadizas de la época. A finales del siglo IX, se rebela contra el emir y escapa al bastión de Marvao, aliándose con el rey de León. Finalmente le otorgaron sus propias tierras, donde fundó la ciudad de Badajoz (Batalyaws) y comenzó a levantar su magnífica Alcazaba.
La histórica ciudad de Évora, antiguo centro megalítico y próspera ciudad romana, estuvo gobernada por los musulmanes desde el siglo VIII hasta el XII. Durante la Reconquista fue tomada por el legendario caudillo lusitano Gerardo Sempavor, famoso por sus ataques sorpresivos. Gerardo capitaneó una guerra de guerrillas contra las fuerzas musulmanas en el Alentejo y Extremadura entre los años 1162-1172, logrando conquistar numerosas plazas. Capturado durante el sitio de Badajoz, fue forzado a despojarse de la mayoría de sus conquistas a cambio de su libertad. El audaz aventurero terminó sus días en Marruecos, donde fue acusado de espionaje y ejecutado por los Almohades.
Poco después de la reconquista de Évora se comenzó a construir su catedral, de estilo románico macizo, con muros almenados que le imparten un carácter militar al edificio. Dos torres flanquean la fachada lisa, embellecida posteriormente con una portada esculpida y un gran rosetón en el siglo XIV cuando también se añadió un bello claustro gótico.
Badajoz floreció como reino independiente hasta su reconquista por Alfonso IX de León en 1230. Al poco tiempo se comenzó a erigir la catedral de Badajoz, y su construcción duraría hasta el siglo XVI. El exterior sobrio y macizo carece de la gracia y ligereza de los arbotantes y vidrieras típicas del estilo gótico contemporáneo. Debido a la escasez de recursos y la necesidad de defensa el edificio se yergue, literalmente, como una fortaleza de la fe.
RECONQUISTA Al comienzo del siglo IX, solo una estrecha franja de territorio al norte de la península ibérica permanecía en manos cristianas. Estos reinos pequeños y débiles llegarían a convertirse en las potencias de Léon, Castilla y Aragón que conjuntamente se lanzarían a la Recon-quista, la contienda contra el poderío musulmán que perduró casi siete siglos. Durante todo ese tiempo La Raya fue un campo de batalla perpetuo, sujeto al vaivén de lindes inestables, y por con-siguiente gran parte de su territorio se despobló. Hasta hoy en día, Extremadura es la región menos poblada de España.
Para llevar a cabo estas cruzadas, los reyes cristianos se valían de la ayuda de órdenes militares como los Templarios y Hospitalarios, junto a los caballeros castellanos de Santiago y Alcántara y los caba-lleros portugueses de Cristo y de Avís, a quienes se les otorgaba en feudo las tierras reconquistadas. Con ese fin, las órdenes militares y la nobleza se afanaron en construir los innumerables castillos que aún perduran esparcidos por la región. Sus ruinas se vislumbran sobre las cimas de casi todos los promontorios rayanos, como si brotaran de las propias rocas. Las altas torres y murallas almenadas dominan el paisaje vigilando el avance de tropas enemigas.
El promontorio de Monsanto (el mons sanctus citado por los histo-riadores romanos) fué un lugar sagrado para los pueblos celtas de la región. Sus alturas impene-trables resistieron el asalto de romanos y musulmanes por igual. El sitio emana un poderoso ambiente místico reconocido por los Templarios portugueses, que construyeron allí una fortaleza en el siglo XII incorporando enormes rocas graníticas en la estructura.
Casi todo el sur de Extremadura llegó a estar bajo el control de los Templarios, basados en Jerez de los Caballeros y con imponentes castillos en Alconchel, Fregenal de la Sierra y Burguillos del Cerro.
En 1312, acusados de herejía y enfrentando la disolución de su orden, los Templarios extremeños se resistieron, atrincherándose en su fortaleza de Jerez de los Caballeros, prefiriendo la muerte a la capitulación y deshonra. Sus tierras revirtieron a la corona, que las vendió o donó a sus leales servidores.
De este modo los duques de Feria basados en Zafra adquirieron grandes territorios en la región. Las estructuras de la propiedad de la tierra establecidas en tiempos de la Reconquista dieron origen a los latifundios comunes en Extremadura, donde enormes parcelas desatendidas por dueños ausentes y labradas por míseros jornaleros sin tierra dificultarían históricamente el desarrollo económico.
MUNDOS GANADOS Y PERDIDOS 1492 fué un año trascendente para España; destacado no solo por el descubrimiento del Nuevo Mundo si no también por el fin de la Reconquista con la rendición de Granada, el último bastión del Islam en la península. Pero además marcó ominosamente la expulsión (o la conversión forzada) de musulmanes y judíos y el comienzo de una espiral descendente de intolerancia religiosa y social representada por la Inquisición.
Después de cinco siglos integrada en al-Andalus, La Raya albergaba una cuantiosa población de moriscos y comunidades judías asen-tadas a través de la región. La pérdida de tantos agricultores, artesanos y mercaderes empobreció la economía de La Raya.
El bello pueblo portugués de Castelo de Vide aún conserva su pintoresca judería medieval. Caminando por las empinadas calles empedradas se pueden observar jambas de piedra cinceladas para insertar una mezuzá. En su antigua sinagoga, restaurada como museo, se exhiben los nombres de víctimas de la Inquisición (establecida en Portugal en 1536) en remembranza de lo perdido.
Pero la exploración y conquista de las Américas abrió nuevos horizontes para aventureros ambiciosos y guerreros endu-recidos por los siglos de Reconquista. Muchos de ellos procedieron de Extremadura, incluyendo a Cortez y Pizarro conquistadores de los imperios Azteca e Inca. Cuando estos indianos regresaron a sus pueblos natales construyeron mansiones que proclamaban sus nuevas riquezas.
El conjunto monumental renacentista de Cáceres (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO) refleja este apogeo. Rivalidades se expresaban arquitectónicamente y las familias encumbradas competían entre sí para construir las más grandiosas mansiones y las más altas torres.
Los portugueses fueron grandes navegantes durante la Era de los Descubrimientos del siglo XV al XVII, adquiriendo un imperio marí-timo que controlaba el comercio entre Asia y Europa. Territorios portugueses se extendían desde las costas africanas hasta la India, el sudeste asiático y la China, y por el oeste cruzando el Atlántico, hasta Brasil. La Torre de Belém, construida en 1514 para proteger la desembocadura del Tajo, formaba parte de las defensas costeras de Lisboa y es emblemática de la epopeya marítima portuguesa.
Con el descubrimiento de oro y diamantes en el estado brasilero de Minas Gerais, Portugal se convirtió en el país más rico de Europa en el siglo XVIII. Esta prosperidad se manifestó arquitectónicamente en bellos edificios de un estilo barroco netamente portugués, que incorpora azulejos de color azul y blanco inspirados por porcelanas importadas de la China y las imitaciones holandesas de Delft.
Los jardines del Palacio Episcopal de Castelo Branco, creados en 1725, se consideran uno de los más bellos jardines barrocos de Portugal. Sus setos podados, fuentes cristalinas y estatuas de monarcas portugueses, santos y alegorías del zodíaco, las estaciones y los continentes representan un compendio cultural de la época.
DESASTRES DE LA GUERRA En el siglo XVI bajo Carlos V y Felipe II España alcanzó la cumbre de su poderío, reflejada en los logros literarios y artísticos del Siglo de Oro. Pero los gobernantes españoles malgastaron las riquezas de América en una serie de ruinosas guerras religiosas y territoriales. La Guerra de la Restauración Portuguesa (1640-1668) devastó La Raya.
Portugal se había independizado en el siglo XII, pero había revertido a España brevemente durante el reino de los Habsburgos. Alianzas matrimoniales entre la nobleza española y portuguesa resultaron en lindes movedizos y disputas territoriales. La soberanía del pueblo rayano de Olivenza se disputa hasta hoy en día. El pueblo español de Valencia del Mombuey, dos veces saqueado y quemado por tropas portuguesas, es emblemático de los tiempos.
El uso de artillería y pólvora transformó los conflictos armados, y castillos que habían resistido asalto durante siglos repentina-mente se vieron vulnerables al disparo de cañones. En respuesta surgieron fortalezas de un nuevo estilo, diseñadas con bastiones esquinados en forma de estrella y enormes terraplenes.
La traza italiana se originó a principios del siglo XVI y fue adoptada rápidamente por toda Europa, llegando a su apogeo en el siglo XVII con los diseños de arquitectos militares franceses y holandeses. Las impresionantes fortificaciones de Elvas (Patrimonio de la Humanidad UNESCO) se cuentan entre las mejor conservadas de Europa, reflejadas al otro lado de la frontera por los baluartes de Badajoz.
Las ambiciones territoriales de Napoleón tuvieron consecuencias nefastas para España y Portugal. Las fortalezas de La Raya fueron escena de cruentas batallas entre la alianza británica y las fuerzas francesas durante la Guerra de la Independencia Española contra Napoleón (1807-1814). Una vez más, la región fue sometida a las violentas depredaciones tan vívidamente representadas en las pinturas y grabados contemporáneos de Goya.
HACIA LA ERA MODERNA A principios del siglo XX, Extremadura disfrutó de un período de prosperidad y expansión comercial impulsado por nuevas tecnologías y medios de comunicación. El ferrocarril fomentó el crecimiento de centros regionales como Mérida y Badajoz, donde comerciantes adinerados construyeron grandes tiendas y mansiones en estilos novedosos como el regionalismo andaluz y el modernismo de Gaudí.
Los imperios españoles y portugueses se habían desmoronado en el transcurso del siglo XIX con la independencia de sus antiguas colonias; una pérdida económica que acarrearía graves conse-cuencias sociales y políticas. Las ideas progresistas de la Generación del 98 y la Segunda República Española se difundieron por pueblos como Fregenal de la Sierra, donde se publicaron periódicos liberales, se realizaron notables obras públicas y se fomentó la reforma agraria. Pero persistentes problemas socioeconómicos ocasionaron pro-testas y revueltas que eventualmente condujeron a la sangrienta Guerra Civil (1936-39) que se peleó encarnizadamente en Extremadura. Durante siglos las familias rayanas se habían entre-lazado con parientes en ambos lados de la frontera. Durante la Guerra Civil muchos españoles perseguidos lograron refugiarse con familiares y generosos amigos portugueses.
En décadas posteriores la región sufrió una emigración devastadora y muchos rayanos partieron en búsqueda de oportunidades económicas. Mientras que ciudades como Badajoz crecieron rápida-mente, sus cascos históricos circundados por bloques de edificios modernos, muchas otras localidades vieron su población menguar y envejecer. Pero la tecnología hoy puede conectar el lugar más pequeño a redes de información mundiales.
La región también pudiera beneficiarse del desarrollo de energías renovables como la de su intenso y abundante sol. En las afueras del pequeño pueblo portugués de Amaraleja se abrió la planta fotovoltaica más grande de Europa en el año 2007, y una planta pequeña opera en el pueblo vecino de Valencia del Mombuey. Hay renovado interés en las antiguas prácticas ecológicas de la dehesa y las industrias agrícolas tradicionales (como la producción de jamón ibérico) siguen siendo pilares de la economía rayana. El Alentejo portugués es el mayor productor de corcho natural en el mundo y está fomentando una creciente industria vinícola.
El embalse de Alqueva sobre el río Guadiana ha creado el mayor lago artificial de Europa que está siendo desarrollado para el regadío y actividades recreativas. El turismo está finalmente descubriendo los fascinantes monumentos históricos, límpidos espacios naturales y pintorescos pueblos rayanos. Porque el alma de La Raya reside en sus pequeños pueblecitos de tradiciones arraigadas, adonde los familiares regresan en búsqueda de sus raíces ancestrales.